Patrimonio Minero

 Distrito Minero Linares-La Carolina


La zona de influencia de nuestro trabajo de investigación se encuentra ubicada al noroeste de la provincia de Jaén y concretamente distinguido por dos subconjuntos con apreciables diferencias geológicas, donde se hayan las poblaciones de Linares y La Carolina, que dan nombre al Distrito minero de fama mundial, agregándose en él las poblaciones hermanas de Bailen, Baños de la Encina, Guarromán, Carboneros, Santa Elena y Vilches, conformando entre todos la extraordinaria historia minera de esta comarca que alcanzó las más altas cotas de producción mundial de galena en el siglo XIX

Hitoria
Durante el III y II milenios a.n.e., la cultura argárica, procedente de la costa mediterránea oriental andaluza, colonizó de forma sistemática el territorio de buena parte del Distrito, con un modelo de asentamiento bien estudiado que tenía como finalidad la explotación minera de los filones superficiales de cobre y la transformación metalúrgica de los minerales extraídos para conseguir el metal. Para ello se establecieron poblados y explotaciones en una red que se extendía desde grandes núcleos, situados junto a lo que hoy son Bailén y Linares, ascendiendo por los cauces de los ríos que fluyen desde Sierra Morena. De esta forma, la zona de El Rumblar se convirtió en un gran centro de actividad minera y metalúrgica.

Más tarde, los íberos continuaron la explotación de las minas, trabajando además del cobre los filones de plomo, pues ya conocían la tecnología necesaria para su obtención. Precisamente, la ciudad de Cástulo, junto a la actual Linares, era la capital de la Oretania y de su importante distrito minero. La conocida riqueza en minerales metálicos hizo que tanto los Cartagineses como los Romanos buscaran la asociación con el pueblo íbero para explotar las minas. Aníbal llegó a tomar como esposa a Himilce, hija del rey oretano, para sellar los acuerdos comerciales y mineros.

Tras su victoria en la II Guerra Púnica (218-201 a.n.e), Roma extendió su dominio sobre la zona, estableciendo multitud de explotaciones mineras, tanto cerca de Linares (Arrayanes, La Cruz, etc.), como en Sierra Morena (El Centenillo, Salas de Galiarda, etc.), donde la actividad extractiva y metalúrgica fue muy intensa y tuvo una gran importancia, tal como se describe en escritos de Plinio y Estrabón y se ha comprobado a través de restos arqueológicos hallados en diferentes estudios e investigaciones. Los Palazuelos, Salas de Galiarda, Escoriales, El Centenillo (Cerro del Plomo) y el Cerro de las Mancebas son ejemplos de poblados romanos mineros fortificados, que tenían su capitalidad en la ciudad de Cástulo, cuyos trabajos aún perduraban hacia finales del Imperio Romano, siglo V d.C.

Sobre la explotación de las minas durante la dominación árabe y la Edad Media no se tienen muchas referencias. Sin embargo, los registros encontrados relativos a concesiones mineras en la zona en 1563 permiten suponer que siguieron realizándose actividades extractivas en la comarca. A partir de 1749, cuando la corona española decide establecer actividad minera en el Distrito y escoge la Mina de Arrayanes, la minería sufre un nuevo e importante impulso, que también supuso la llegada a nuestra zona de técnicos y trabajadores especializados, formados generalmente en las minas de Almadén.

Pero nuestro Distrito vivió el verdadero “boom de la minería” a partir de la segunda mitad del siglo XIX, propiciado por la importación de la tecnología del vapor desarrollada en Cornwall. En 1849 se instala en Pozo Ancho la primera máquina de vapor de bombeo de la que tenemos noticia; y su eficacia provocó, en breve plazo, que una gran proporción de nuestras minas se equiparan con estas gigantescas instalaciones técnicas. Esto tuvo efectos enormemente relevantes, y convirtió el distrito en uno de los mayores exponentes de lo que llegó a ser la Revolución Industrial en Andalucía.


Elementos del Patrimonio


Casa de máquinas de bombeo Cornish. 
Este tipo de construcción responde al modelo tecnológico de explotación común a mediados del siglo XIX, caracterizado por la instalación de máquinas de vapor en cada uno de los pozos principales de la mina, al objeto de bombear al exterior el agua de las galerías.

Las máquinas, de cilindro vertical y balancín, evolucionadas de los primeros modelos de Watt o Newcomen, se ubicaban en las construcciones situadas frente a la boca del pozo, de tal manera que el balancín pivotara sobre el muro frontal y su extremo se situara aproximadamente en el eje del pozo.

Las casas de máquinas de bombeo tenían la misión más importante de entre las que permitían el laboreo de las minas, esto es, sacar el agua que inundaba las galerías desde los niveles freáticos (capas subterráneas de materiales permeables). Estas casas, por lo tanto, albergaban en su interior las máquinas de vapor más potentes y su funcionamiento era continuado, en todas las épocas del año y todas las horas del día, para evitar las citadas inundaciones. Esta es la razón de que debieran ser muy fiables y robustas, para asegurar que sus gruesos y bien construidos muros absorbían las enormes cargas y vibraciones derivadas del funcionamiento de las máquinas.

La casa de máquinas tipo Cornish es de planta rectangular y tiene huecos en sus cuatro costados. El muro de mayor espesor es el frontal, ya que servía de apoyo del balancín. Sus dimensiones estaban condicionadas por éste y por las del cilindro de empuje. En nuestra comarca los muros de carga fueron fabricados con sillares de arenisca o pizarra, aunque se conserva una casa con muros enteramente de granito y hay otras que tienen el muro frontal de este material. En el interior había uno o dos niveles, formados con vigas y suelos de madera, que permitían el acceso de los maquinistas a las distintas partes de la máquina

El muro posterior tenía siempre un hueco en forma de arco cuyas dimensiones debían permitir introducir el cilindro en el interior y que resulta ahora de gran valor para poder identificar el tamaño de la máquina que cada casa albergaba. Las casas se diseñaban y construían por técnicos especializados, a medida de la máquina que iban a alojar, aunque en ocasiones sufrían modificaciones posteriores.

El tejado más comúnmente empleado era la cubierta a dos aguas de teja plana en S, sujeta a correas de madera. Sin embargo, conservamos fenomenales ejemplos de casas que fueron cubiertas con chapa metálica ondulada formando un tejado curvo.


Casa de calderas
Las casas de calderas albergaban en su interior los hogares donde ardía el combustible sólido (leña o, principalmente, carbón) y las grandes calderas donde se calentaba el agua y se producía el vapor con el que se alimentaba a los cilindros. Se situaban junto a las casas de máquinas y tenían adosada una chimenea para evacuar los humos producidos en la combustión.

Para aportar el vapor necesario para accionar los cilindros de las máquinas de bombeo eran necesarias más de dos calderas, que se alojaban por lo general en la misma casa, con sus respectivos hogares. Son muy frecuentes los casos de casas para cuatro o cinco calderas. El vapor producido era recogido por un mismo conducto de salida que los llevaba hacia la casa de máquinas y que podía tener una bifurcación para permitir una salida al exterior para aliviar presión o evacuar el vapor en caso necesario.

En las casas de calderas los muros no recibían más carga que la de su peso propio y el de la cubierta, por lo cual eran menos robustas que las casas de máquinas. Esto ha dado lugar a que se conserven menos restos de ellas (generalmente encontramos restos de casas de máquinas y chimeneas). Tenían un muro con huecos ciegos que se podían abrir cuando se necesitaba sacar o introducir una caldera.


Casa de máquinas de bombeo “Bull”
En nuestra comarca se conserva uno de los ejemplos más significativos y tal vez de valor único de otro tipo de casa de máquina, la denominada “Bull”. En ella el cilindro se situaba invertido, suspendido sobre el pozo sobre vigas de madera. En esta posición empujaba al balancín o tiraba de él directamente para elevar el peso de la barra de bombas. Por ello, también se llamaron este tipo de máquinas “de acción directa”. Aunque ahora solo queda la casa de máquinas del Pozo San Andrés, de tipología muy diferente a las Cornish y de un espléndido aspecto, está registrada la existencia de otra máquina de este tipo en Pozo Ancho, que fue importada de Inglaterra en 1863. 

Las casas Bull son menos robustas y voluminosas que las Cornish, elevándose a una altura considerablemente menor. La de San Andrés, además, presenta la característica de no estar construida con piedra, sino con ladrillo rojo, al no ser necesaria una resistencia tan grande. El muro frontal se levantaba sobre el pozo, salvándolo mediante un hueco rematado en arco de medio punto, pero sin la característica abertura superior para el balancín. En su interior había distintos desniveles para facilitar el movimiento del balancín y el muro de apoyo de la articulación de éste era interior, independiente de los muros exteriores y mucho más bajo.

El balancín se diferencia del de las máquinas Cornish, fundamentalmente por un contrapeso situado en el brazo posterior, que ayudaba al cilindro, colgado de unas vigas sobre el pozo, a tirar hacia arriba. Por ello, sobresale de la casa por la parte posterior, donde un hueco permitía el movimiento oscilante de dicho contrapeso.


Chimeneas
Para favorecer o ralentizar la combustión se utilizaba un tiro en el conducto posterior de salida de humos, que se podía accionar desde la parte delantera por una cadena guiada con poleas. Un conducto colector recogía los humos procedentes de la combustión en los distintos hogares y los conducía hacia la chimenea

Ésta era generalmente de base circular y se construía con sillares de piedra, aunque muy frecuentemente encontramos que la parte superior está terminada con ladrillo, bien porque se hicieran alargamientos posteriores (para mejorar la combustión de carbón de menor riqueza), o bien porque era más fácil rematar la parte más estrecha con estas piezas de menor tamaño que los sillares. Se situaban normalmente cerca de una esquina de la casa de máquinas, aunque hay restos en los que la chimenea está adosada a la casa de calderas o, incluso, otros en los que está aislada en una elevación en terrenos de orografía irregular.


Casa de máquinas de extracción
Para elevar cargas de material a lo largo del pozo principal se utilizaban en un principio los malacates (cilindros en los que se enrollaba una cuerda y que eran accionados por animales de tiro) o incluso los tornos de accionamiento manual. Sin embargo, paulatinamente fueron sustituidos por máquinas de vapor, que accionaban uno o dos cilindros de bobinado horizontales. Se situaba esta máquina en casas más pequeñas, de estructura similar a las descritas, que se colocaban en ángulo recto o en posición opuesta a la máquina de bombeo.

El modelo más antiguo era una máquina de balancín, muy parecida a la de bombeo pero más pequeña, que accionaba una biela enganchada a una manivela dispuesta en un gran volante de inercia. De esta forma se conseguía hacer girar un eje horizontal. Más adelante se emplearon máquinas de cilindro simple o doble dispuesto horizontalmente. Anexa a la casa se construía una estancia para alojar una caldera, que producía el vapor necesario para accionar la máquina de extracción.


Cabrias de mampostería.
También podemos encontrar en la zona un buen número de cabrias constituidas por muros de piedra, como las de la Mina La Gitana o la del Pozo de San Miguel.

La función de estas estructuras es la de sostener las poleas de circulación de los cables de tracción encargados de subir y bajar las jaulas a lo largo del pozo. Dichos cables eran enrollados en malacates (grandes tornos) accionados por transmisiones de biela-manivela movidas por las máquina de vapor situada en la casa de máquinas.

Un gran número de cabrias cuentan con un castillete cubierto que tenía la finalidad de proteger las poleas, los operarios que realizaran operaciones de mantenimiento y la boca del pozo.


Cabrias metálicas
Su función era garantizar que la cadena o cable de arrastre colgaba sobre el pozo principal y permitir su recogida en el tambor, subiendo y bajando una serie de contenedores para el mineral. Inicialmente se emplearon estructuras de madera, pero a partir de mediados del siglo XIX se sustituyeron algunas por otras construidas de acero, constituidas por barras roblonadas

Se situaban sus soportes alrededor del pozo y las poleas superiores se alineaban con la parte del hueco del pozo que dejaba libre el conjunto de bombeo. Para evitar que los contenedores golpearan en las paredes del pozo se empezó a guiar su ascenso o descenso con unos cables laterales. Más adelante se sustituyeron por vigas de acero y los contenedores dieron paso a las jaulas.

Un ejemplo singular aún se conserva en la Mina Antoñita del Grupo Cobo. Según expertos británicos, esta cabria es la única que se conserva de cuantas se fabricaron por la empresa Penryn Foundry & Engine Works of Nicholas Sara and John Burgess. 
 Esta compañía trabajó entre 1851 y 1887 en Penryn cerca Falmouth Cornwall. 
Tal vez lo más sorprendente es que se encuentre en un buen estado de conservación, dada su edad.

Estas estructuras trianguladas se construían con distintos perfiles unidos mediante roblonado. Su sustentación se realizaba en cimientos mediante placas de anclaje de pletina gruesa y pernos anclados en el hormigón y roscados en su parte superior, que sujetaban la placa mediante tuercas.


Centrales eléctricas
La modernización incesante de la actividad minera provocó la sustitución del vapor, que aportaba inicialmente la energía necesaria para la mover la maquinaria, por la electricidad. 
Esto facilitó nuevos avances tecnológicos, así como la mejora de las condiciones de trabajo. 
En 1913 la Compañía Mengemor comenzó el abastecimiento y se acometió la electrificación de las instalaciones.


Inicialmente la producción de energía eléctrica estaba muy localizada en las cercanías de los puntos de consumo, por la dificultad de transportarla a grandes distancias sin pérdidas. Así surgieron las “fábricas de electricidad”.


Desde 1921 la Compañía Linarense de Electricidad dispuso de la central eléctrica “El Arquillo”, próxima a la estación Linares-Baeza. Inicialmente era solo hidráulica, usando como generadores turbinas impulsadas por la corriente del río que aprovechaban una presa de 150 m. con un salto de 7 m. en el río Guadalimar.
Al aumentar el consumo eléctrico por la progresiva implantación, principalmente en la industria y el transporte, la central tuvo que recurrir también a la generación térmica de electricidad, especialmente por la disminución de caudal del río en verano.
Aunque todas las empresas mineras contrataron el suministro eléctrico, algunas de ellas construyeron sus propias centrales térmicas para generación de electricidad, a base de calderas y máquinas de vapor. En La Carolina, El Guindo dispuso de su propia central eléctrica; en Linares aún se conserva el edificio de la central eléctrica en el tercio San José de la Mina de Arrayanes, en el que funcionaron generadores diesel.

La electrificación de la minería abarcó todas las etapas del proceso productivo: desde la extracción, el desagüe con bombas, la perforación por aire comprimido, la tracción para transporte, la iluminación, los trabajos de preparación mecánica, talleres de reparaciones, etc. Esto fue especialmente empleado en instalaciones mineras alejadas de las grandes áreas de población, como en la minas de Sierra Morena




Fundiciones y torres de perdigones.
En Linares llegaron a funcionar seis fundiciones importantes (La Cruz, Arroyo Hidalgo, La Esperanza, La Fortuna, La Tortilla y San Luis), otras tres en La Carolina y una más en Guarromán.
 En ellas el mineral de galena era sometido a un proceso metalúrgico para obtener el plomo. 

El mineral llegaba a la Fundición ya triturado y se le sometía a una sucesión de procesos para separar el plomo. 
En primer lugar se procedía a la calcinación, para eliminar el azufre, obteniendo un conglomerado del que después se obtenía la primera fundición en los hornos escoceses. 
Más tarde se fundían los plomos argentíferos en los hornos de copela para obtener la plata. 

Después se fundía y se fabricaban distintos productos. 
Esto se hacía en los talleres de planchas, con máquinas laminadoras, y tubos, mediante extrusionadoras, o en la obtención de lingotes para otras industrias metalúrgicas.

La Fundición de La Tortilla en 1885 se convirtió en la más avanzada e importante del distrito minero y la única en Europa en completar en el interior de su establecimiento todo el proceso de fabricación del plomo. Todos los productos, una vez preparados para su transporte, eran subidos a vagones de ferrocarril en los muelles de carga de la propia Fundición.

Uno de los elementos más singulares de la fundición era la torre de perdigones, en la que se fabricaba la munición. En nuestra comarca se conservan cuatro restos de interés. En la estancia superior de la torre se fundía plomo en dos crisoles. 


El plomo líquido se vertía en chapas con agujeros de un determinado calibre. 

Las gotas se enfriaban en la caída, formando esferas, para lo que se añadía arsénico al plomo. 
En el fondo del pozo se recogían los perdigones en un cajón con agua. 
Después se clasificaban, eliminando los de forma irregular y agrupando por tamaños los de forma esférica, primero mediante planos inclinados separados por canales y más tarde por clasificadores de vibración.


Lavaderos de mineral
Estas instalaciones tenían la finalidad de ir triturando el mineral extraído de la mina para facilitar la separación del que contenía la ganga. Se construían en desniveles del terreno que facilitaban el desarrollo de las sucesivas etapas de ese proceso y contenían maquinaria para trituración y molienda, para separación y de transporte.

Aunque en muchas minas el mineral era sometido a un primer proceso de lavado con medios propios, lo más generalizado era su transporte hasta grandes instalaciones que concentraban el procedente de diversas compañías. 

En todos los casos, junto a los restos de las edificaciones se conservan los depósitos de material sobrante. Por un lado, las escombreras, o diques de estériles gruesos, donde se acumulan los restos de mediano tamaño de piedra que no contiene mineral. Por otro lado, los diques de estériles finos, donde se han depositado los granos más finos procedentes de los tratamientos por flotación.


Fundicion La Tortilla
Este importante complejo fabril lleva el mismo nombre que el de uno de los grupos mineros más importantes de Linares, cuyas primeras denuncias datan de 1821. 
La fundición, debida a la iniciativa de Tomás Sopwith, comenzó a funcionar en 1875, con la instalación de tres hornos de reverbero que, tras tratar 30.000 quintales métricos de mineral, dieron 21.000 Qm de plomo.

Dados los buenos resultados de la misma, se fue ampliando paulatinamente, hasta que en 1885 era inaugurada la planta de tratamiento de mineral más moderna de España, donde se fundía, se desplataba y se convertía el plomo en planchas, tuberías, perdigones, etc. A finales del siglo, eran ya 30 hornos los que estaban a pleno rendimiento.

La SMM de Peñarroya se convirtió, en 1917, en prácticamente la única dueña de la fundición más importante de cuantas hubo en Linares, junto a La Cruz y La Fortuna, manteniéndose a la cabeza de todas ellas en lo que respecta a la cifra de toneladas de mineral tratadas. 
Tras el paréntesis de la Guerra Civil, comenzó el largo declive para la Fundición, al igual que sucedió con la minería del plomo de Linares, para acabar cerrando sus puertas definitivamente en 1967.


compañia La Cruz, Minas y Fundiciones  de Plomo
Se trata de uno de los primeros establecimientos metalúrgicos para el beneficio del plomo en la comarca de Linares. 
Fue fundada en 1830 por D. Gaspar de Remisa y Mialons. 
Es ampliada años más tarde por Pourcet y Cia. Brissac y Cia. Adam H. Pache. En 1863 se hará cargo de la empresa la Familia Neufville, viviendo sus años de máximo esplendor.

En 1949 es adquirida por por los Bancos: Central y Santander; con la denominación de Compañía La Cruz, Minas y Fundiciones de Plomo, cuando la decadencia de la minería jiennense era ya evidente. 
A la mina de La Cruz corresponde el triste honor de ser la última mina de plomo del distrito, cerrando en 1991

El edificio principial, este se encuentra en la actualidad en pleno proceso de rehabilitación por la Escuela Taller Industria y Paisaje de Linares para centro de Intrepretación de la Metalurgia.


Minas de la Tortilla
La mina La Tortilla se conoce bajo este nombre desde 1821, y está formada por diversas concesiones, entre las que destacan el grupo conocido como “Los Lores”: Lord Derby (1869), Lord Salisbury (1878), Lord Randolph (1886) y Stanley, todas ellas demarcadas por capital inglés (Tomás Sopwith).

Sus pozos principales fueron San Federico y Santa Annie en Lord Derby, y Victoria en Lord Salisbury. Este grupo minero, uno de los más espectaculares de todo el distrito, estuvo trabajando hasta comienzos del siglo XX, y sus majestuosos castilletes de mampostería conforman un conjunto arquitectónico del mayor 
interés. 

Se encuentran situados los pozos junto a la carretera de Bailén a Úbeda (N-322), teniendo acceso a los mismos atravesando dicha vía por debajo de la misma, por un camino que parte desde el polígono industrial de Linares, siguiendo en paralelo a la carretera en dirección a Bailén.


Mina San Miguel,  (Pozo San Vicente)
El Pozo San Vicente (anteriormente llamado Pozo Máquina), el más profundo de España, con 1.008 metros de profundidad, perteneció a la mina El Mimbre-San Miguel, y está situado en el paraje conocido como Mesa del Madroñal, en Linares.





Su construcción data de 1844, habiendo sido explotado por laSociedad La Vigilancia desde 1851 hasta 1895, y posteriormente por la Sociedad Socorro y Prueba entre 1895 y 1914. 
Desde 1918 hasta 1929 fue la Sociedad Minero-metalúrgica de Peñarroya quien se encargó de las labores, y desde aquel último año hasta 1962 las efectuó la Compañía Minera de Linares. 
Su castillete de mampostería, rematado por elementos metálicos, es uno de los más majestuosos e imponentes que hoy pueden contemplarse en el distrito de Linares.
Los trabajos de investigación llevados a cabo con posterioridad en el mismo no dieron los resultados apetecibles, y cuando se procedía a su definitiva clausura, en Marzo de 1967, se produjo un terrible accidente .


 En Linares. En una casa humilde -como lo eran casi todas las casas por entonces- se reúnen los vecinos en torno a una enorme radio que trae noticias funestas: seis trabajadores han muerto en un accidente ocurrido en el pozo de San Vicente, de la Mina San Miguel. La consternación cae de inmediato sobre ese edificio, al igual que en el colindante y en el de más allá. Quien más y quien menos tenía relación con las minas o conocía a alguien que trabajaba en alguna y cada vez que ocurría una desgracia el pueblo la sentía como suya.

Cuentan quienes estuvieron allí que el suceso se debió a una imprudencia de los mineros motivada por la impaciencia. Sólo les quedaba un viaje a la superficie para acabar su jornada laboral y se estaba haciendo de noche, por lo que decidieron subir los seis en la jaula junto con el pesado cable submarino que debían sacar de las profundidades del pozo. Con la palanca dieron la señal para que los ascendieran (un golpe y otros tres a continuación) y lentamente empezó el último trayecto en dirección al cielo abierto a través de las paredes hormigonadas. Momentos después ocurrió la tragedia. El cable de tracción de la jaula no aguantó el sobrepeso y se partió a escasos 70 metros de su objetivo. Fue visto y no visto, nada pudo hacerse.


Mina El Mimbre, (Pozo 0)
Antigua mina situada en el Rincón de la Parrilla, cuyos orígenes se remontan a finales del siglo XVIII. Estuvo ubicada sobre la concesión San Martín 1º y 2º, integrando el grupo El Mimbre, junto a San Fernando y Prolongación.

En 1906 se creó la sociedad de su mismo nombre, quien la explotaría no sin ciertas dificultades de índole económica, que desembocarían en un embargo y su cierre posterior, acaecido en 1915. Tras constituirse en 1918 la Compañía Minera de Linares, esta nueva sociedad se haría cargo de todas las minas que beneficiaban los filones San Miguel, San José y El 
Mimbre.
 Los pozos establecidos sobre este último filón (pozo 0 y pozo 1) serían cerrados definitivamente en 1930.

El pozo 0 alcanzó una profundidad de 360 metros. Junto a las ruinas del pozo se conserva una preciosa chimenea, posiblemente la última gran chimenea levantada en el distrito, según indica Fco. Gutiérrez Guzmán en su libro Las minas de Linares. 



Pozo la Union
El pozo La Unión, situado sobre la concesión La Unión 1ª, 2ª,3ª y 4ª, registrada en 1854 por Brissac y Cía., se encuentra en el paraje linense de Mesa de Valdelloso, y se destinó a la extracción de los minerales procedentes del filón la Cruz.

Con una profundidad de 365 metros, la Compañía La Cruz lo mantuvo en funcionamiento hasta 1931. 

En estos últimos años, el castillete metálico fue arrancado de su emplazamiento original, sobre la caña del pozo, y desplazado algunos metros hacia delante, con el fin de facilitar la extracción de agua, cubriéndose dicho pozo y haciéndose desaparecer embarque y jaulas.


Mina de Pozo Ancho
La mina Pozo Ancho fue demarcada en 1825, y fue explotada por diversas empresas hasta su cierre, en 1962. 
Dispuso de varios pozos:
 San José, San Antonio, San Judas, San Francisco, Tetuán,  Santo Tomás, etc.

Santo Tomás se encuentra ubicado en el paraje que da nombre a la mina, y aún conserva el edificio de mampostería donde se instaló, en 1849, una de las primeras bombas de balancín accionada por vapor del distrito, traída desde Londres por la entonces empresa explotadora, The Linares Lead Mining Cº.

Tuvo este pozo una profundidad cercana a los 100 metros.

Ubicado junto al pozo Santo Tomás, el pozo San Judas fue trabajado al igual que el resto de los pertenecientes a la mina Pozo Ancho por diversas empresas, siendo su mejor época la correspondiente a The Linares Lead Mining Cº (1853-1911).

Su nombre corresponde al de la concesión, San Judas, cuyos orígenes datan de 1853. 
Aún mantiene en pie un precioso edificio de mampostería, estilo Cornualles, que acogió en su momento a la bomba de desagüe, junto al cual se conserva también la chimenea.

La mina Pozo Ancho se cerraría en 1931, si bien aun mantuvo cierta actividad hasta 1962, cuando pertenecía a la Sociedad Civil Particular Minera de Pozo Ancho.


Mina San Adriano, (Pozo San Erique y Pozo Taylor))
El antiguo pozo San Enrique, enclavado en la concesión San Adriano 1º y 2º, se encuentra en el paraje conocido como Masegosillas, y benefició el filón Alamillos. 
Denunciada la mina en 1854 por Manuel Gavilán, pasó a ser propiedad poco tiempo después de la sociedad The Alamillos Mining Cº. Ltd., cuyos principales accionistas eran los Taylor.

La mina permaneció en su poder hasta 1910, fecha en la que sería vendida a la Sociedad General de la Industria y Comercio, quien la traspasó a Unión Española de Explosivos, manteniéndose su explotación mediante el sistema de sacagéneros hasta 1925, aunque el cierre oficial definitivo se produjo en el año 1940.
El pozo San Enrique contó con una profundidad de 150 metros, y estaba comunicado con su vecino, el pozo Taylor.

El pozo Taylor, que llegó a alcanzar una profundidad de 250 metros.
Sus dos principales explotadores fueron The Alamillos Mining Cº Ltd. e Unión Española de Explosivos, siendo ésta última la que mantuvo el pozo en funcionamiento hasta 1925. 
En la actualidad se conserva el magnífico edificio de mampostería que albergó la maquinaria de extracción, junto a su correspondiente chimenea, levantada igualmente con los mismos materiales.


Mina  Arrayanes, (Pozo de San Jose, Pozo Fabregas, Pozo San Martin,Pozo Acosta)
La mina Arrayanes es una de las más antiguas de Linares, posiblemente explotada ya en tiempos de fenicios, cartagineses y romanos. Y sin duda, la más emblemática de todas ellas.

Hasta su definitivo cierre, en 1971, numerosos fueron los pozos que sobre ella se perforaron: Restauración, Acosta, Usera, Dorda, San José, San Genaro, San Federico, Zulueta, Fábregas, San Ignacio, etc

Enriquecemos el fondo gráfico dedicado al pozo San José, de la mina Arrayanes, con esta evocadora imagen que ilustraba la portada del Boletín de Minas y Metalurgia correspondiente al mes de julio de 1936.

Imponente castillete metálico, ya desaparecido, sobre el pozo de mayor sección de todos los de Linares y con 600 metros de profundidad. Junto a él podemos ver el edificio en el que estuvo instalada la conocida máquina de desagüe conocida como “María de la Encarnación”.



Lavadero de Arrayanes
El lavadero mecánico de Arrayanes, instalado en el paraje conocido como Ladero de las Lagunas (Linares) en 1891 por la Casa Figueroa, arrendataria por aquel entonces de la mina, fue uno de los más avanzados de su época. 
La empresa alemana Humboldt fue la encargada de su construcción; constaba de varios niveles donde funcionaban tromeles, cribas mecánicas, machacadoras, conos, molinos y diversas mesas para el tratamiento de finos.

En sus comienzos, el lavadero fue accionado por máquinas de vapor, que dieron paso a los motores eléctricos en 1899. 
El mineral llegaba de los diversos pozos de la mina mediante un pequeño ferrocarril de vapor que igualmente sería sustituido, años después, por otro de tracción eléctrica. 
Tras hacerse cargo el Estado de la mina, el lavadero sería cerrado en 1908.


Minas de Adaro
La empresa nacional de Adaro (E.N.A), creada por el Instituto de Nacional de Industria, y dedicada a la investigación minera en nuestro país, será la encargada de realizar diferentes labores de investigación sobre una extensa superficie del distrito minero Linares – La Carolina , y que el estado desde 1943 se había reservado su derecho de explotación, impidiendo por tanto la solicitud de cualquier tipo de trabajos mineros, ya fuesen de investigación o de explotación dentro del interior de la reserva estatal.

Los trabajos de investigación comenzaron en el año 1949, al mismo tiempo la explotación del yacimiento de plomo de la Mina San Juan, que ya era trabajada por sacagéneros de la ciudad de Bailén, con unos rendimientos muy considerables. Dicha mina había sido registrada en 1898, por el doctor D. José Linares Manzano. Otra de las minas trabajadas por dicha empresa fue la Esmeralda, lográndose en ella una importante explotación del yacimiento, esta mina pertenecía a la Cia. La Cruz, aunque sería canjeada por otra concesión que disponía la empresa de ADARO en las proximidades de los criaderos explotados por La Cruz.

En el filón San Juan y Esmeralda, una vez emprendido el camino de ascenso hacia el pozo Esmeralda, se encuentra un pequeño pozo denominado Briones, al que hemos de considerar como uno de los más antiguos del citado filón, posiblemente abierto en la época en la que el ingeniero Lee Thomas, explotaba las minas del paraje Las Infantas. Este pozo dispone de su sala de máquina de vapor, la cual no esta alineada con el eje del pozo. La razón de esta desviación era que los tambores de arroyamiento del los cables estaban fuera de la casa de máquinas, un curioso sistema de explotación que se utilizó en la década de 1850, igual al empleado en la rehabilitada mina de Cornwall “Levant Mine”.

Otra de las áreas investigadas por ENA y explotadas (1954), fue la de prolongar los trabajos que en el filón el cobre se realizaban por parte de Minas del La Cruz, en este caso hemos de afirmar que más que investigar, la Empresa nacional de Investigaciones, se limitó a dar continuidad al yacimiento de la Cruz, ya que en ese año La Cruz trabajaba en el Pozo nº 1, en la planta 3º con excelentes resultados. Es curioso, analizando el plano de labores de ambas explotaciones, que La Cruz siempre se encontraba por delante en la explotación y por consiguiente en la investigación del filón El Cobre.

Sobre este mismo filón, Adaro abriría otro emblemático pozo, al que denominó nº 3, pozo que años más tarde, en la década de los 80 del siglo XX, participaría de un notable éxito en la investigación minera, inspirada en la intuición del malogrado y querido profesor de la Escuela de Minas, D. Juan Jiménez, que propiciaba atravesar la falla de Guarromán, con la finalidad de encontrar en la zona rocosa, un nuevo campo filoniano, los resultados en un principio resultaron espectaculares, pues en la falla de considerables dimensiones se encontraron metalizaciones, tipo bolsadas, de unos 80 cm. de potencia reducida de mineral, motivadas por el arrastre de la propia formación de la falla. Atravesada ésta, los resultados no fueron los esperados y tras realizar unos 160 m de galerías de investigación, se abandonaron los trabajos debido a la falta de mineral y a las tensiones generadas en estos materiales poco estables.

La Empresa Nacional de Adaro, explotaría a su vez el llamado filón Siles, en los pozos: Siles, situado en el recinto de la época alemana y reutilizado en el año 1956, para instalación de sus oficinas, el pozo B, también llamado de los alemanes, ya que sus instalaciones la realizó la empresa alemana Stolber y Westfalia, pozo que dispone de una magnífica casa de bombeo y que posteriormente la empresa de Adaro utilizaría como laboratorio, desde este pozo, en los comienzos de la actividad mineras se instalaron las bombas de desagüe de las antiguas labores de la época alemana. Los pozos A en las proximidades del Lavadero de Flotación y los pozos H, C y J completarían las labores de investigación de este filón que prolongó su actividad hasta el año 1970.

En la década de los 60, del siglo XX, la Empresa Nacional de Adaro, emprende la realización de una colonia, que se conservan en muy buen estado en la actualidad, con instalación de viviendas, escuela y capilla, todos ellos paralelos a la carretera de linares a Baños de la Encina. La capilla dispone de una pintura mural pintada en 1962 por el pintor linarense Francisco Baños Martos, donde puede apreciarse en su parte central a María, acompañada celestialmente por cuatro ángeles, dos de ellos llevan en sus manos símbolos mineros, a ambos lados de la Virgen María, se encuentran: San José que extendiendo su mano protegiendo a los mineros, y Santa Bárbara junto a un grupo de mineros que salen de la mina.

La empresa ADARO, se convertiría en un referente de la actividad minera de la zona, llegando casi al final de la vida minera de esta comarca, cerró sus puertas en el año 1986, dejando tras de sí una producción de unos 130.000 Tm. de Pb y unos 45.000 Kg. de plata, sus principales pozos alcanzaron las siguientes profundidades: San Juan, 317 m, La Esmeralda, 225 m. y los Pozos en el filón El Cobre, el nº 1, 266 m. y el nº 3, 317 m.

Desgraciadamente la empresa estatal creada para a la investigación minera en exclusividad, terminó convirtiéndose en una empresa más de explotación, perdiéndose, quizás, una oportunidad única en el conocimiento de nuestro distrito y su posterior puesta en valor al servicio de la sociedad.